Gerhard Bartels un pequeño niño de cara angelical y ojos azules, fue un
verdadero símbolo del nazismo e instrumento propagandístico del genocida Adolf
Hitler.
Todo sucedió por casualidad, cuando el niño debió posar para la cámara junto al jefe nazi, amigo de su tío, Isidor Weiss, con quien se conocieron durante
Hoy, ochenta años después,
Gerhard Bartels rompió el silencio, por primera vez, para desahogar las penas acerca
del evento que lo atormentó toda su vida. Corría ale año 1936, cuando sus
padres le ordenaron vestir la mejor ropa que hubiera en el ropero. Se trataba
de una ocasión muy especial: ese día conocería a Hitler en persona. "No
tenía permiso para jugar con los otros niños ese día para no ensuciar mi ropa
[…] No me gustó eso. Yo sólo quería estar afuera con los demás niños",
recuerda Bartels.
"Hitler era un gánster. Los nazis me usaron con fines propagandísticos. Fui utilizado para mostrar el amor de Hitler por los niños", resume. "Pero todo dictador hace lo mismo, desde Mussolini hasta Stalin. Fui elegido porque obviamente encajaba con lo que Hitler pensaba que debía ser un niño ario".
De aquel encuentro, recuerda todavía un hecho muy puntual y, según él mismo define, doloroso: debió saludar a Hitler con la tradicional fórmula "Heil Mein Fuhrer". "Incluso a esa corta edad, en lo profundo, sabía que estaba siendo manipulado", confiesa.
"Hitler era un gánster. Los nazis me usaron con fines propagandísticos. Fui utilizado para mostrar el amor de Hitler por los niños", resume. "Pero todo dictador hace lo mismo, desde Mussolini hasta Stalin. Fui elegido porque obviamente encajaba con lo que Hitler pensaba que debía ser un niño ario".
De aquel encuentro, recuerda todavía un hecho muy puntual y, según él mismo define, doloroso: debió saludar a Hitler con la tradicional fórmula "Heil Mein Fuhrer". "Incluso a esa corta edad, en lo profundo, sabía que estaba siendo manipulado", confiesa.