La palabra “maratón“, y la
prueba atlética con el mismo nombre, tienen su origen en la “batalla de Maratón“,
un conflicto bélico que enfrentó a griegos y persas en el año 490 a . C.
Según la historia, los
persas llegaron a Maratón con un vasto ejército dispuestos a invadir
la actual capital del país helénico. Los soldados griegos, por su parte, eran
clara minoría y sabían que de ser derrotados, los persas acabarían violando a
sus mujeres y matando a sus hijos. Conscientes de ello, antes de partir de
Atenas a Maratón, dejaron instrucciones a sus mujeres de quemar la ciudad y
matar a sus propios hijos y a ellas mismas de no regresar en un lapso
de 24 horas.
Curiosamente, en contra de
todo pronóstico, los griegos consiguieron vencer al numeroso ejército
persa, pero la batalla se demoró tanto que podía ya ser tarde para sus
familias. Para evitar los desastres, el general griego Milcíades II mandó
a un mensajero a recorrer los 40 km que separaban Maratón de Atenas para
avisar al pueblo de la victoria. El elegido fue su soldado más atlético: Filípides,
que tras varias horas de carrera consiguió llegar a Atenas a gritos de “¡Hemos
vencido! ¡Hemos vencido!” antes de fallecer fulminantemente fruto
del intenso desgaste en batalla y carrera.
En el año 1896, en los
primeros Juegos Olímpicos de la edad moderna celebrados en Atenas, se
llevó a cabo una carrera de 40
km en honor a la leyenda de Filípedes. En ella, los
participantes tuvieron que correr desde la llanura de Maratón hasta el Estadio
Olímpico de Atenas. El ganador fue el atleta local Spyridon Louis,
que consiguió finalizar el recorrido en 2:58:50 h.
Pero en Londres 1908, el
príncipe de Gales Jorge V, solicitó que la salida fuera frente al castillo de
Windsor, lo que alargó un poco la prueba y estableció la distancia oficial
desde entonces.